viernes, 26 de octubre de 2018

Caperucita vuelve al cole.



¡Saludos a todos los lectores y lectoras de la biblioteca del cole!
 El 24 de octubre, fue el día de las bibliotecas. ¡Qué mejor fecha  para empezar la actividad de este blog!
Ahí van unas fotos de niños alegres, leyendo y compartiendo un buen rato.

 Lo que el año pasado se tuvo que aplazar por motivos técnico- atmosféricos, este resulta una realidad en la que los alumnos disfrutan de una mayor variedad de patio: Pueden elegir pasear, jugar, correr, ping pong, y...lectura.


 El carrito del bibliopatio viene con ilusión diaria para todos. Eso sí, como la demanda es muy alta se reparten los cursos por días de la semana.

Dentro de un tiempo se analizará en el colegio el cuento de la Caperucita Roja. ¿Existen todavía Caperucitas? ¿Qué pensarían a día de hoy los personajes del cuento? ¿Qué nuevas versiones habría que producir para actualizarlo?



Pero mientras tanto, os voy a dejar con una versión del cuento del mismísimo Charles Perrault:


         
                                                    CAPERUCITA ROJA

Había una vez una niñita en un pueblo, la más bonita que jamás se hubiera visto; su madre estaba enloquecida con ella y su abuela mucho más todavía. Esta buena mujer le había mandado hacer una caperucita roja y le sentaba tan bien que todos la llamaban Caperucita Roja.
Un día su madre, habiendo cocinado unas tortas, le dijo.
 —Anda a ver cómo sigue tu abuela, pues me dicen que ha estado enferma; llévale una torta y este tarrito de mantequilla.
Caperucita Roja partió en seguida a ver a su abuela que vivía en otro pueblo. Al pasar por un bosque, se encontró con el compadre lobo, que tuvo muchas ganas de comérsela, pero no se atrevió porque unos leñadores andaban por ahí cerca. Él le preguntó a dónde iba. La pobre niña, que no sabía que era peligroso detenerse a hablar con un lobo, le dijo:
—Voy a ver a mi abuela, y le llevo una torta y un tarrito de mantequilla que mi madre le envía.
—¿Vive muy lejos? — le dijo el lobo.
—¡Oh, sí! —dijo Caperucita Roja — más allá del molino que se ve allá lejos, en la primera casita del pueblo.
—Pues bien —dijo el lobo —yo también quiero ir a verla; yo iré por este camino, y tú por aquél, y veremos quién llega primero.
El lobo partió corriendo a toda velocidad por el camino que era más corto y la niña se fue por el más largo entreteniéndose en coger avellanas, en correr tras las mariposas y en hacer ramos con las florecillas que encontraba. Poco tardó el lobo en llegar a casa de la abuela. Al llegar, golpeó la puerta: Toc, toc.
—¿Quién es?
—Soy tu nieta, Caperucita Roja— dijo el lobo disfrazando la voz— te traigo una torta y un tarrito de mantequilla que mi madre te envía.
La cándida abuela, que estaba en cama porque no se sentía bien, le gritó:
—Tira la aldaba y el cerrojo caerá.
El lobo tiró la aldaba, y la puerta se abrió. Se abalanzó sobre la buena mujer y la devoró en un santiamén, pues hacía más de tres días que no comía. En seguida cerró la puerta y fue a acostarse en el lecho de la abuela, esperando a Caperucita Roja quien, un rato después, llegó a golpear la puerta: Toc, toc.
—¿Quién es?
Caperucita Roja, al oír la ronca voz del lobo, primero se asustó, pero creyendo que su abuela estaba resfriada, contestó:
—Es su nieta, Caperucita Roja, le traigo una torta y un tarrito de mantequilla que mi madre le envía. El lobo le gritó, suavizando un poco la voz:
—Tira la aldaba y el cerrojo caerá. Caperucita Roja tiró la aldaba y la puerta se abrió. Viéndola entrar, el lobo le dijo, mientras se escondía en la cama bajo la disfrazado:
—Deja la torta y el tarrito de mantequilla en la repisa y ven conmigo.
Caperucita Roja se acercó y quedó muy asombrada al ver lo raro que le quedaba a su abuela el camisón. Entonces le dijo:
—Abuela, ¡qué brazos tan grandes tienes!
—Son para abrazarte mejor, hija mía.
—Abuela, ¡qué piernas tan grandes tienes!
—Son para correr mejor, hija mía.
—Abuela, ¡qué orejas tan grandes tienes!
—Son para oír mejor, hija mía.
—Abuela, ¡que ojos tan grandes tienes!
—Son para ver mejor, hija mía.
—Abuela, ¡qué dientes tan grandes tienes!
—¡Para comerte mejor!
Y diciendo estas palabras, el lobo malo se abalanzó sobre Caperucita Roja y se la comió.